POLÍTICA Y DESIGUALDAD SOCIAL: NO AL VOTO NULO

Para el pensamiento económico neoliberal la desigualdad era una condición necesaria para lograr el crecimiento económico, ya que éste depende fundamentalmente de la oferta, es decir de la producción de bienes y servicios y por lo tanto de la inversión de capital (compra de maquinaria y equipo) que a su vez solo puede realizarse si existe un suficiente nivel de ahorro, siendo el ahorro un excedente monetario. En resumen la concentración del ingreso favorece el crecimiento económico.

Para el pensamiento Keynesiano, en cambio la clave del crecimiento económico se encuentra en la demanda efectiva, es decir en el consumo de la población de los bienes y servicios producidos por los empresarios, ya que sin consumo no hay ventas y sin ventas no habrá producción, ello significa que la concentración del ingreso implica menor crecimiento económico, pues las clases ricas consumen una menor proporción de su ingreso mientras que los pobres, que por otro lado son la mayoría, consumen una mayor proporción del mismo.

El hecho es que hoy en día el pensamiento sobre la desigualdad está cambiando, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) etc., han descubierto que a mayor concentración del ingreso y la riqueza, menor crecimiento económico e incluso mayor es la posibilidad de tener una crisis financiera.

Según el estudio "Tendencias Sobre la Desigualdad del Ingreso y su Impacto en el Crecimiento Económico" de la OCDE (2014) (http://www.oecd.org/els/soc/trends-in-income-inequality-and-its-impact-on-economic-growth-SEM-WP163.pdf), la brecha entre los ricos y los pobres es mucho mayor que hace 30 años, hoy el 10% más rico de la población gana 9.5 veces más que el 10% más pobre, durante los 80´s dicha diferencia era de 7 a 1. El ingreso de los pobres crece a mucha menor velocidad que el de los ricos durante las etapas de prosperidad económica y cae mucho más rápidamente durante las crisis.

El estudio demuestra que el crecimiento de la desigualdad en México ha impactado negativamente al Producto Interno Bruto (PIB) en más de un 10% en el periodo que va de 1990-2010, el de mayor efecto negativo dentro de los miembros de la OCDE.

De acuerdo con el artículo “Medición de la Desigualdad en la Antigüedad” (2007) de Branko Milanovic, Peter Lindert y Jeffrey Williamson, a lo largo de la historia una mayor concentración del poder político y el desarrollo del clientelismo ha generado mayor desigualdad social. Ellos demuestran que el poder siempre se ha utilizado para ampliar las brechas de ingreso a través de la actividad de “búsqueda de rentas” (conseguir un ingreso adicional mediante la elevación del precio: oligopolios, monopolios, el acaparamiento, la apropiación de recursos naturales, la utilización de privilegios, etc.) actividad que propicia el surgimiento de la corrupción. Los buscadores de rentas influyen en las decisiones de los políticos mediante sus relaciones personales, sobornos, persuasiones, apoyos a sus campañas políticas, compensaciones etc., y ello les permite obtener privilegios especiales, regulaciones que los favorecen, licitaciones, sobreprecios en la venta de bienes al gobierno, derechos de explotación de un bien público, privatizaciones etc.

A la misma conclusión llega Joseph E. Stiglitz en su libro sobre “El Precio de la Desigualdad” (2012) donde establece que aunque la oferta y la demanda contribuyen a determinar el grado de desigualdad, las políticas gubernamentales determinan la operación de esas fuerzas de mercado y gran parte de la desigualdad que existe hoy en día es una consecuencia de las política del gobierno, ¡tanto por lo que hace como por lo que no hace! ya que el gobierno tiene la potestad de trasladar el dinero de los ricos a los pobres, o a la clase media, y  viceversa, a través de impuestos, subsidios, transferencias, créditos fiscales, vacíos legales que permiten la elusión y evasión de impuestos, obra pública, gastos en salud y educación etc.

Stiglitz establece la necesidad de un nuevo pacto social para mantener un tipo de sociedad y un tipo de gobierno que esté al servicio de todo el pueblo y alguien tiene que velar por ello, necesitamos hacer contrapeso como sociedad, en mis palabras “necesitamos participación política”.

Por su parte Thomas Piketty en su libro “El Capital en el siglo XXI” (2014), la historia de la distribución de la riqueza es siempre profundamente política y no podría resumirse en mecanismos puramente económicos, mientras que Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro “Por qué Fracasan los Países” (2013), establecen que la mejor manera de generar y empoderar instituciones inclusivas es mediante un poder político plural repartido ampliamente en la sociedad y que pueda generar coaliciones amplias y que perduren, una mayor participación cívica que fomente la gobernanza, romper las redes del clientelismo y que las instituciones de la sociedad civil coordinen las demandas de la población.


Todo ello nos dice que en el próximo período de elecciones debemos participar activamente, el voto nulo solo garantiza el poder para quienes ya lo detentan.

EL VOTO FACTOR INDISPENSABLE PARA EL BIEN COMÚN

De acuerdo con el excelente libro: “Análisis de Escenario, con Mentalidad de Ajedrecista” de Carlos Beltramo y Carlos Polo, el público que compra la auto-legitimación de los políticos prefiere moverse por las emociones y la sensación de tranquilidad que brindan palabras sencillas, desconfía de la razón y no le importa si el político es un charlatán que no sabe lo que hace, mientras se muestre afable, empático, tranquilo, sonriente y seguro habrá comprado a los votantes.

En el libro se establece que pensar negativamente acerca de la política hace que ésta se convierta en un ámbito de unos pocos desalmados donde las personas de bien no quieren entrar; y aunque usted no lo crea, el fin de la política es el bien común, sin embargo al bien común no se llega por casualidad sino por planteamientos inteligentes aterrizados en acciones concretas. La política es un medio necesario para pasar de los meros deseos a las buenas obras y exige grados de compromiso.

Si en la campaña política solo escuchamos críticas, descalificaciones, o canciones pegajosas, ¿qué podemos esperar de esos políticos? Si no han hecho pública su declaración patrimonial ¿qué estarán tratando de ocultar? Si no han expresado con claridad sus propuestas ¿cómo pensarán promover el bienestar social? Si no han presentado un programa de gobierno ¿cómo podemos esperar que dirijan la economía de un municipio o estado? y para muestra basta un botón: a solo 20 días de la jornada electoral, de un total de 4 518 candidatos a ocupar un puesto político en éste país, solo el 23% ha subido sus datos: declaración patrimonial, programas, propuestas a la página del Instituto Nacional Electoral (INE), lo que demuestra la falta de respeto al electorado.

La corrupción, deshonestidad y manipulación que pueden ejercer los políticos ha crecido debido a que los hombres y mujeres de buena voluntad prefieren no participar, criticar, exponer, argumentar y exigir acciones específicas para el bien común. Son personas que viven al margen de la vida pública, que prefieren ignorar, desconocer, olvidar, dejar de lado su responsabilidad de participar “en y con” la sociedad en la materialización de sus derechos, no quieren comprometerse en ningún grado, ni siquiera ejerciendo su voto y es precisamente esta actitud lo que otros capitalizan para obtener lo que quieren.

Debemos reconocer que el voto es la herramienta que podemos utilizar para que las cosas sucedan, debemos recordar que el político depende de la fuerza política de sus aliados, no importa si son grandes o pequeños y un buen comienzo es romper su inercia, presionarlo para que comprenda el costo de no velar por nuestro bien común, el político siempre está expuesto a la opinión pública y a través de ella podemos influir en él, por ello te invito a consultar las siguientes páginas de internet, date tiempo y asegura para ti un futuro mejor:

candidatotransparente.mx
votoinformado.unam.mx
mxparticipa.org

EL PODER ECONÓMICO DEL VOTO

El ciudadano común no tiene conciencia del poder económico del voto, no logra detectar con claridad que las medidas de política económica instrumentadas por un gobierno tienen detrás un marco político, legal e institucional sin el cual no pueden llevarse a cabo. De hecho la economía sin el derecho no puede funcionar, por ejemplo: necesitamos de una Ley de Ingreso y un Presupuesto de Egresos para poder instrumentar un Plan Nacional de Desarrollo, o del Impuesto Sobre la Renta (ISR) para poder determinar las cargas fiscales de quién paga más y quién menos, o una ley monetaria que determina que moneda es de curso legal y cuál no, etc.

El problema se presenta cuando un reducido número de personas con poder político y económico saben del poder que su voto puede darles y por ello logran cabildear, hacer donativos, poner recursos y presionar a los funcionarios públicos de todos los niveles para la aprobación de leyes, instituciones, presupuestos y políticas económicas favorables a sus intereses: condonaciones de impuestos, créditos fiscales, obtención de subsidios, licitaciones favorables etc.

De acuerdo con el libro Mark Blyth “Austeridad”, la aplicación de una política pública de austeridad, que implica el incrementar los impuestos y reducir el gasto público, es en realidad un problema político directamente vinculado con la distribución del ingreso, un resultado de la acción política de un poderoso grupo de financieros que determinó, que lo que en un principio fue una crisis bancaria se transformará, de forma muy hábil, en una crisis de deuda pública, que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias.

Socializa las pérdidas porque todos tenemos que pagar más impuestos a cambio de recibir menos servicios públicos, y dicha reducción de servicios públicos afecta más a los que menos recursos económicos poseen y por lo tanto, dependen más de dichos servicios como son la educación pública, trasporte público, salud etc., Al mismo tiempo, aquellos que no pueden evadir, eludir, consolidar o trasladar impuestos son los asalariados, que por dicha razón contribuyen con más de la mitad de los ingresos tributarios generados al gobierno.

Aun cuando la crisis presenta causas múltiples, tres de ellas son fundamentales: la desigual distribución del ingreso, la desregulación del sistema financiero y el poder político de las instituciones financieras (ver Inside Job o leer 13 Bankers para profundizar en ello).

De acuerdo con el libro de Blyth, el rescate bancario mundial oscila entre los 3 y los 13 billones de dólares, según se contabilice en él no solo el dinero utilizado para rescatar instituciones financieras, sino también la pérdida de empleos, inversión privada y producción nacional. Dicho rescate incrementó la deuda pública de los gobiernos quienes, para saldarla, han optado por aumentar impuestos y reducir el gasto.

Si bien es cierto que existen otras formas de actuación ante la crisis financiera, como en el caso de Islandia que dejó quebrar a los bancos, otra alternativa pudo haber sido volver a la denominada represión financiera, mediante impuestos a las ganancias financieras y obligar a los bancos a prestar a la actividad productiva a través de cajones selectivos de crédito (cantidad de dinero a prestar a sectores económicos identificados como estratégicos), o bien poner límites a las tasas de interés activas (las que se cobran a los deudores por el préstamo). Otra más es la devaluación de la moneda o favorecer el incremento en el déficit fiscal.

Pero cualquiera que sea la política económica instrumentada, siempre tendrá un costo diferenciado sobre la sociedad y habrá ganadores y perdedores, con la diferencia de que los ganadores son siempre aquellos que reconocen el poder económico del voto y lo ejercen, definiendo con ello a los futuros responsables de las políticas económicas y la administración de nuestros recursos.

Por ello los invito a reflexionar sobre el voto, a participar activamente y ejercer el derecho que tenemos al bienestar social y la equidad.

DEMOCRACIA, ELECCIONES, CRECIMIENTO ECONÓMICO Y POBREZA

De acuerdo con el libro “Por Qué Fracasan los Países” de Daron Acemoglu y James A. Robinson, el incremento en la pobreza y la concentración del ingreso no obedecen a factores relacionados con la geografía, la cultura, la religión o el determinismo histórico, sino que son resultado de la existencia de instituciones económicas y políticas extractivas y excluyentes. Como bien lo establece Gary Becker, premio Nobel de Economía de 1992 “Los autores muestran de forma convincente que los países escapan de la pobreza solamente cuando tienen instituciones económicas apropiadas…, un sistema político plural y abierto, con competencia entre los candidatos a ocupar cargos políticos y un amplio electorado con capacidad de apostar por nuevos líderes políticos…”

Los autores demuestran a través de un exhaustivo estudio histórico en países como Estados Unidos, Japón, China, Rusia, Corea del Norte, del Sur, Perú, Colombia, Brasil, Argentina, Zimbabue, Sudáfrica, Egipto, India, Afganistán, Inglaterra etc., capitalistas, comunistas o socialistas; antes de cristo y después de cristo, a lo largo de la historia: mayas, incas, romanos etc., que la pobreza y la concentración del ingreso son resultado de un ejercicio del poder despótico, ilimitado de los gobernantes, confabulado con las élites y oligarquías para imponer estructuras económicas e instituciones extractivas y excluyentes que exprimen a la población no solo su riqueza real (bienes, servicios y recursos naturales) sino también su riqueza monetaria (impuestos abusivos, precios públicos elevados, expropiaciones, nacionalizaciones etc.), y su riqueza cultural, y dicha situación es posible cuando la población desconoce sus derechos, es apática, ajena a la participación política y apática a los movimientos sociales.

La tesis principal del libro establece que “el desarrollo y la prosperidad económicos están asociados con instituciones económicas y políticas inclusivas, mientras que las instituciones extractivas normalmente conducen al estancamiento y la pobreza”

De la lectura del libro se infiere que la riqueza o la pobreza dependen de las instituciones y la política, tanto como de la participación activa de la población en el diseño y objetivos de las políticas públicas; de su empoderamiento, educación y participación democrática, de su posibilidad de establecer coaliciones entre instituciones políticas y las organizaciones civiles no gubernamentales etc., para exigir sus derechos a una vida digna, educación, salud, seguridad y bienestar social, pero también para equilibrar los poderes entre las diversas instituciones públicas y privadas, gobernantes y empresarios, sindicatos y colectivos etc.

Dependen de la voluntad política de comprometerse con el pueblo y de que el pueblo sea capaz de exigir dicho compromiso a través de la organización, el voto y la participación política y de no permitir la manipulación de las reglas, para beneficio de unos cuantos.

Adicionalmente se requiere estabilidad política, gobernanza, orden, ley, estado de derecho, instituciones representativas, pluralismo, centralización política y medios de comunicación libres; lo que equilibrará el poder, nos llevará a la mejora institucional, a una sociedad inclusiva y por ende a una reducción de la pobreza y un mayor crecimiento económico.

Así que este 7 de junio todos a votar con conciencia, analizando a fondo a los candidatos, sus propuestas (no sus críticas), sus antecedentes, sus relaciones de poder y amistad, su riqueza acumulada y los grupos de los que provienen.