El mundo vive hoy un bajo crecimiento económico junto con un incremento en la concentración del ingreso y la riqueza a favor de la actividad financiera y de los agentes económicos que intervienen en los mercados de capitales, mientras que el mercado laboral se caracteriza por un proceso de precarización donde predominan el empleo temporal, los bajos salarios, la reducción de prestaciones laborales, la des-sindicalización de los trabajadores y la falta de dinamismo en la generación de empleos.
El índice de Gini, que mide la concentración de ingreso se eleva pasando de un 0.3 a un 0.4 a nivel global, mientras que el índice que mide la concentración de la riqueza fluctúa entre un 0.5 y un 0.9. De acuerdo con estos datos el 1% de las familias más ricas a nivel mundial concentra el 35% del ingreso y el 10% de los más ricos posee el 85% de la riqueza mundial (activos físicos y financieros menos deudas). Los activos financieros (acciones, bonos y papel financiero en general) así como la riqueza obtenida por herencia son los más concentrados.
Un estudio reciente de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE)(Economy Policy reforms 2012: going for growth) establece que una de las razones que favorece dicha concentración esta estrechamente relacionada con la política fiscal que favorece con tasas impositivas nulas o menores la inversión en activos financieros, a la vez que en los últimos años ha reducido las tasas impositivas de la población de altos ingresos y establecido regímenes fiscales que gravan las ganancias de capital a tasas más bajas que otros ingresos, como los devengados por la actividad productiva y sobre todo la laboral. Destaca también que existen regímenes especiales que dan tratamiento fiscal preferencial a las remuneraciones a través de “stock options”, que se refiere al método a través del cual las grandes empresas remuneran a sus directivos mediante acciones de la compañía con el objetivo de incentivarlos en la búsqueda de un mayor rendimiento, de forma que se comporten como propietarios más que como administradores y así alinear sus intereses con los de los accionistas.
Los rendimientos en los mercados financieros superan a los rendimientos de la actividad productiva y muchas empresas han preferido, ante lo deprimido de la demanda, invertir sus excedentes monetarios y revalorizarlos en los mercados de capitales, que reinvertir en la actividad productiva y generar bienes y servicios que eleven el bienestar de la población.
Ello genera peligrosas burbujas financieras que elevan los índices de precios y cotizaciones alimentando la especulación y la búsqueda de ganancias extraordinarias en el corto plazo, sin tener en consideración que el debilitamiento de los ingresos salariales, la ocupación y el poder de compra implica siempre que, en un momento determinado, ese dinero generado por la especulación no pueda transformarse en bienes y servicios, generando no solo un derrumbe de los mercados financieros sino también de la actividad económica en general, disparando de nuevo el desempleo y elevando la pobreza.
Por su parte los hacedores de la política económica, en especial la monetaria y la fiscal simplemente reaccionan al son que tocan los flujos internacionales de capital, en un primer momento rescatando a las instituciones financieras en problemas mediante inyecciones masivas de dinero (compra de activos tóxicos), bajando impuestos y elevando el gasto público, lo que genera un mayor déficit fiscal y, cuando sus recursos se han agotado, el esquema se revierte elevando impuestos y reduciendo el gasto. Como resultado final se privatizan las ganancias para el capital financiero rescatado y se socializan las pérdidas para la población en general que ve reducido el gasto público y elevados sus impuestos.
El modelo de acumulación ha cambiado, los mercados financieros imponen su dominio sobre la actividad productiva generando una exceso de liquidez a nivel internacional (oferta monetaria) que ha provocado fuerte volatilidad en los tipos de cambios: las monedas en las economías emergentes se aprecian, mientras que en las economías desarrolladas se deprecian (devaluación), y los capitales se mueven con rapidez impresionante de país a otro buscando revalorizar su dinero y obtener la mayor ganancia posible o la menor pérdida sin que las autoridades correspondientes pueden detener el proceso.
Todo ello ha sido resultado de una liberalización extrema del sistema financiero y de errores de enfoque sobre la política monetaria y fiscal que ha sacrificado el bienestar social y el desarrollo económico en función de una sola meta: el control de la inflación. Es imperativo volver los ojos hacia el bienestar social y reconocer el papel que la política económica tiene en ello. Hoy se requiere de un gran esfuerzo para retomar el camino de la economía como una ciencia social enfocada en el desarrollo del hombre.
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