DEL PORQUE NO PUEDEN SALIR DE LA CRISIS EN LA EUROZONA

Para que un conjunto de países pueda adoptar una moneda común (euro) se requieren de cambios estructurales fuertes en sus economías, de forma que tengan condiciones similares y poder competir sin ventajas o desventajas notables. Ello implica una gran inversión en infraestructura: carreteras, medios de transporte, sistema financiero etc., que evite las grandes diferencias en productividad y en los costos de producción, transporte e inversión.

Por ello los países denominados “de la periferia” (Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Grecia, Irlanda, Malta, Portugal etc.) tuvieron que elevar fuertemente su gasto público y en consecuencia su endeudamiento para poder realizar las inversiones necesarias y de esta manera entrar a la unión monetaria europea y gozar de los beneficios de un comercio intrazona mayor y de la obtención de capitales a tasas de interés más bajas, sin sufrir el problema de las devaluaciones de sus monedas.

Para formar parte de la zona del euro los países también se comprometieron a limitar su déficit fiscal a un 3% de su PIB, a limitar su deuda pública a no más del 60% de su PIB, a no tener tasas de interés mayores a un 3%, ni inflación mayor a 1.5% con respecto a la media de los tres países que tengan la inflación más baja. Sin embargo es evidente que el grado de desarrollo de los miembros no es equiparable, como tampoco los efectos que una crisis o recesión económica puede tener sobre su economía y su población.

El tener una moneda común significa que han renunciado a su soberanía monetaria en varios sentidos: a) Ya no tienen una moneda nacional: peseta, franco, escudo, lira etc., que puedan devaluar o revaluar para ajustar su balanza de pagos, b) No pueden emitir dinero para inyectar liquidez a su sistema bancario en crisis (no tienen la función de prestamista de última instancia), c) No tienen política cambiaria que les permita devaluar su moneda para atraer inversión extranjera y capitales al país y d) La política monetaria de cada banco central debe ser coordinada, supervisada y enfocada a los objetivos del eurosistema en su conjunto por lo que no tienen independencia para responder de manera diferente a los efectos de un shock financiero en función de cómo los ha afectado. En pocas palabras los miembros no tienen autonomía en su política monetaria y no tienen política cambiaria.

De lo único que disponen es de independencia fiscal, es decir de la forma en que recaudan sus impuestos y distribuyen su gasto público, así como de las decisiones de endeudamiento público. Sin embargo la crisis de hipotecas subprime los obligó a elevar el gasto y reducir sus impuestos en un primer momento, con el objetivo de disminuir el efecto negativo de la misma sobre su sistema financiero y su población. Así la crisis financiera se transformó en una crisis de deuda soberana (deuda pública de los gobiernos) y como no pueden imprimir moneda para honrar su compromiso, dicha deuda soberana (que en teoría es 100% pagable) se ha tornado impagable, lo que los obliga a ofrecer tasas de interés cada vez mayores, mientras el riesgo de insolvencia se acentúa, y como lo único que pueden captar es capital de corto plazo, la tasa de interés cambia con rapidez hacia la alza, generando una deuda a tasa de interés flexible en el largo plazo.

Por si fuera poco, ellos han asumido un compromiso de déficit fiscal y deuda pública determinada, y el resto de los países menos afectados les exige cumplir sus compromisos, por lo que deben aumentar los impuestos y reducir su gasto público para sanear sus finanzas, lo que profundiza más su recesión. En resumidas cuentas se han quedado sin política monetaria, política cambiaria y política fiscal.

Cuando se creó el euro no se pensó en un fondo de recursos mutuo que pudiera ayudar a los países miembros a enfrentar los efectos asimétricos de una crisis o de la volatilidad financiera internacional y es por ello que han tratado de resolver el problema sobre la marcha sin llegar a acuerdos y consensos globales rápidos y eficaces, sobre todo porque los problemas enfrentados no son de la misma magnitud y los ciudadanos de cada país perciben el peso del ajuste fiscal, la reducción del crédito y el encarecimiento de sus deudas de manera distinta, presionando a sus gobiernos a actuar en consideración a sus necesidades y no a la estabilidad del eurosistema. Las condiciones políticas se hacen ríspidas y los representantes gubernamentales son removidos con rapidez de sus cargos, generando una inestabilidad social y política que en muchos países, como Grecia y España, es ya insostenible.

Es por ello que el Fondo Monetario Internacional ha dicho que para salir de la crisis de la zona monetaria europea se requerirán al menos 10 años, periodo de tiempo en que se considera se establecerán los instituciones supranacionales, los organismos y los nuevos reglamentos que permitan la gestión apropiada de la crisis.

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