El hombre es por naturaleza un ser solidario y su preocupación, contrario a lo que muchos piensan, va más allá del interés meramente personal. Tiene espíritu de cooperación y ayuda mutua y en especial, los mexicanos somos sumamente cooperativos y altruistas. Recordemos el ejemplo que dimos al mundo cuando en el terremoto en 1985, sobrepasamos al estado, la reacción fue inmediata y desinteresada; la capacidad de organización, sin intervención del gobierno, fue palpable.
A nivel mundial, y solo para poner algunos ejemplos, de acuerdo con la Universidad John Hopkins que tiene un proyecto de estudio comparativo en 35 países sobre voluntariado y sociedad civil, en el mundo hay 190 millones de personas que trabajan como voluntarios en organizaciones no gubernamentales las cuales generan aproximadamente un 5% del PIB mundial, lo que las constituiría en conjunto la 7ª economía más grande del mundo, su fuerza de trabajo supera a la industria alimentaria mundial en cinco veces, se concentran en las áreas más pobres de la sociedad y en comunidades en situación de emergencia.
En un libro sumamente interesante que estoy leyendo llamado “Una nueva mirada al compromiso social” de Susana Ochoa de Rojas, nos cuestiona sobre cuál sería el impacto en la reducción de la pobreza, la marginación y la desintegración social, si el servicio social que los estudiantes universitarios deben realizar, se enfocara realmente al objetivo para el cual fue creado, con una actitud de compromiso hacia los demás, en especial los más necesitados.
Es precisamente la falta de precisión sobre sus objetivos, por parte de las universidades públicas y privadas, lo que hace que se derroche una enorme energía social en objetivos no sociales. No hemos enseñado a los alumnos a canalizar el esfuerzo hacia el bien común, la subsidiaridad, la solidaridad y el combate a la marginación.
Los jóvenes quieren ser parte de ese cambio social y a veces sus energías están mal canalizadas porqué no hemos sabido orientarlos. Son los más participativos, los más solidarios, los más desprendidos y lo que hacemos es ponerlos a ayudar en oficinas públicas en trabajos burocráticos e improductivos, y peor aún, en empresas privadas como mano de obra gratuita o barata, cuando podríamos enfocar tanta energía a la resolución de la pobreza, ¡entonces si estarían haciendo un verdadero servicio social!
No importa la profesión para la cuál están estudiando, como contadores, administradores, financieros, químicos, físicos, matemáticos, biólogos, filósofos, actuarios etc. todos pueden apoyar a resolver con inventiva y participación, problemas de vivienda social, purificación del agua, baños secos, instrucción en finanzas personales, ahorro, contabilidad, manejo de residuos etc.
Lo que deben hacer las Universidades es replantearse el verdadero papel de servicio social.
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