La globalización económica implica una mayor integración de las economías a nivel mundial. El desarrollo de la informática, los medios de comunicación, el transporte colectivo y la ingeniería financiera, han integrado los mercados mundiales, fomentado el comercio internacional y facilitado el flujo de los capitales a nivel global, estrechando los vínculos económicos entre los diversos países del mundo. Estos vínculos son mucho más fuertes que en el siglo pasado, lo que ha elevado los riesgos de contagio de los problemas financieros: monetarios, bancarios y bursátiles a lo largo del globo terráqueo.
La liberalización de los mercados y de las instituciones financieras, junto con la propuesta de la autorregulación, facilita el manejo irresponsable de los recursos monetarios a nivel mundial: los booms crediticios, la especulación y la búsqueda de grandes ganancias en los inestables mercados financieros, ha elevado los riesgos de la inestabilidad económica mundial.
Las crisis financieras y bancarias son cada vez más frecuentes y más profundas, y se diseminan con impresionante velocidad a nivel mundial.Ya no es un problema que se contenga dentro de los límites geográficos de un determinado país, de ahí la generación y evolución de diversos grupos de países que buscan un foro de discusión para el establecimiento de políticas conjuntas y lineamientos de transparencia y supervisión para disminuir los efectos de las crisis económico-financieras, el narcotráfico y su operación de lavado de dinero, el proteccionismo comercial y el establecimiento de criterios generales de aplicación en materia de política económica: fiscal, monetaria y cambiaria.
Así surge el grupo de los siete (G-7) en 1976, integrado por los países más desarrollados: Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Japón y Canadá, al que luego sucede el G-8 que incluye a Rusia en 1994, y así sucesivamente se van integrando y desintegrando miembros en los diversos grupos en función de su operatividad y logro de consensos, hasta el actual denominado G-20 que procura involucrar a economías en desarrollo cuyo peso económico mundial es relevante para la estabilidad económica internacional.
El G-20 comprende a los países del G-8 más Argentina, Brasil, India, Indonesia, México, Australia, China, Corea del Sur, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía y un representante de los países de la Unión Monetaria Europea. Este grupo existe desde 1999 como resultado de las terribles crisis financieras de dicha década en las que el efecto tequila, efecto dragón, efecto vodca y efecto zamba cimbraron al sistema financiero internacional.
En realidad el G-20 es sólo un foro de discusión en el que se tratan de establecer soluciones globales a los problemas más apremiantes del momento. Dentro de dicho foro también participan los representantes del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, instituciones surgidas después de la Segunda Guerra Mundial para reactivar la economía internacional.
En un principio solo se reunían los ministros de finanzas y los representantes de los bancos centrales pero a partir del 2008 incluye a los jefes de estado, como resultado de la profunda crisis financiera internacional a la que se ha denominado la gran recesión por su paralelismo con la gran depresión de los años 20 del siglo pasado. No tienen una sede permanente, ni personal fijo y la presidencia se rota. En esta ocasión le toca al gobierno de México.
Su operación no es más que el reconocimiento de la estrecha interdependencia económica entre los países y la búsqueda de soluciones democráticas y consensuadas, además de ser formador de agenda. Los miembros del G-20 representan el 90% del PIB, el 80% del comercio y 66% de la población mundial y como en todo club, el que tiene más canicas fija las reglas de operación, y el que tiene más poder de convencimiento determina las directrices a seguir. Para muchos, actúa como una caja de resonancia del G-7 y así, en el mejor de los casos, democratiza sus versiones sobre lo que suponen sería la mejor política económica a seguir para enfrentar determinadas problemáticas, y en muchas otras ocasiones, no llegan a acuerdos y consensos. La mayoría de las veces aplican recetas generalizadas que no responden a las circunstancias específicas, políticas, económicas y culturales de cada país, de manera que a final de cuentas todos llegan a ser dueños de una visión parcial de solución que muchas veces solo beneficia a unos cuantos.
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