Hay tres formas de analizar un
presupuesto: desde el punto de vista financiero, desde el punto de vista como promotor del crecimiento y desde el de la distribución del ingreso. En este pequeño análisis tocaré los tres aspectos.
Con respecto al punto de vista financiero es un
presupuesto: ortodoxo, conservador y
neoliberal, porque el paquete presupuestal es austero y responsable al
aplicar los principios de las finanzas saludables: disciplina fiscal,
austeridad, sostenibilidad de la deuda y búsqueda de la estabilidad
macroeconómica.
A pesar de las críticas del presidente al neoliberalismo, la
Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), reconoce que, más que una
ideología, los principios establecidos en finanzas son los que deben aplicarse.
¡Así es, y así debe ser! sí se quiere mantener el equilibrio presupuestal y con
él la salud financiera.
La siguiente imagen es de la propia Secretaria de Hacienda.
Sin embargo, la estimación de los
ingresos es optimista, y para sustentar lo anterior permítame aclarar dos cosas
elementales:
- Que todo presupuesto “es una estimación de un gasto”, un cálculo anticipado, estimativo e hipotético, sobre el costo de la administración pública y sus programas de gobierno, por lo tanto, incluye supuestos acerca del comportamiento de variables que pueden impactar el importe de lo gastado, como por ejemplo: el valor esperado del dólar, para poder determinar los pagos de deuda externa o el precio de la gasolina importada; o la tasa de interés, para determinar el costo del servicio financiero de dicha deuda y los recursos que se pueden obtener incrementándola; o el precio de la gasolina, que además de ser importada es un insumo básico para la economía; o el precio del barril de petróleo, producto clave de exportación, muy importante para los ingresos federales; y la plataforma de producción petrolera cuyo incremento puede generar más recursos al presupuesto. Otras variables estimadas, de suma importancia porque determinan la recaudación, son: el crecimiento del PIB, y de la inflación, ésta última también determinará el incremento no presupuestado en el costo. Estos supuestos deben ser realistas, si se quieren cumplir las metas establecidas.
Como puede observarse, el rango de crecimiento estimado para el PIB es más del
doble de lo que se espera para este 2019, lo que es muy optimista dado el
escenario internacional para el que se espera una mayor des-aceleración
económica y una mayor volatilidad en el precio internacional del petróleo y el
tipo de cambio. Además, como establece “México como vamos” para alcanzar esa
tasa de crecimiento tendríamos que crecer en lo que resta del año del 2019 a
una tasa mayor del 1% (#Semáforoeconómico: gobierno reduce el presupuesto para
inversión pública y pago de deuda https://www.mexicocomovamos.mx/?s=contenido&id=1328).
Con respecto aumento en la
producción de petróleo, estimado en un 5.6% más, este dato también es muy optimista porque sería su primer
incremento anual desde 2004 y, aunque se considera que será resultado de una inyección de 86,000 millones
de pesos: 46 mil de capitalización y 40 mil por la reducción de la carga
fiscal, este incremento en la producción de
petróleo es difícil que se logre y para ello puede abonar el riesgo latente de perder la calificación
de la deuda de Pemex, si el plan financiero de la empresa no convence a las
agencias calificadoras.
2. El otro
punto elemental es destacar que el precio internacional del petróleo y el tipo
de cambio, son variables extremadamente volátiles y difíciles de pronosticar, y
que, debido al escenario internacional, de entrada ya generan una debilidad sobre
el futuro ejercicio del gasto público. Además de que la tasa de interés de los
CETES a 28 días depende básicamente de la demanda y en ella influyen los
inversionistas institucionales, que en momentos de inestabilidad financiera
deciden retirarse del país, obligando al gobierno a elevarla para mantenerlos
contentos. Finalmente, el componente no subyacente de la inflación, en especial
los precios agropecuarios, son ahora sumamente sensibles al cambio climático y
por lo tanto volátiles.
En pocas palabras, el gobierno no
tendrá suficiente margen de maniobra en el 2020 para enfrentar contingencias en
estos precios claves y, en un escenario adverso, ello implicará una gran
diferencia entre el gasto presupuestado y el ejercido al final del año, y puede orillar al gobierno a ejercer los recursos del Fondo de Estabilización de Ingresos
Presupuestarios (FEIP) que, seguramente para el año que entra, estarán muy
mermados, porque para el cierre del presente año ya se está planteando utilizar
121,000 millones de pesos de un total existente de 296,314 millones. Los
recursos de este fondo provienen de los excedentes de ingresos que resulten de
la ley de ingresos (tributarios, no tributarios, petroleros y no petroleros),
de transferencias del Fondo Mexicano del Petróleo, así como por los recursos
derivados de coberturas y rendimientos financieros de dicho patrimonio y los
remanentes de operación de Banco de México, que cómo ya se mencionó, podrán ser
menores en 2020.
Con respecto al punto de vista como promotor del crecimiento económico,
deja mucho que desear y para ello bastan algunos ejemplos:
a) La
Secretaría de Economía, que de acuerdo a su misión es la “…encargada de desarrollar
e implementar políticas integrales de innovación, diversificación e inclusión
productiva y comercial, así como de estímulo a la inversión nacional y
extranjera, ... impulsando la productividad y competitividad de los sectores industriales…” presenta un
recorte del 31% en su presupuesto.
b) La
Secretaria del Trabajo, cuya misión es “…fortalecer la política laboral … (y)… lograr
que los mexicanos tengan acceso a empleos formales y de calidad, con
prestaciones y derechos plenos… democratizar la productividad…” presenta un
recorte del 33% en su presupuesto.
c) La Secretaria
de Turismo sufrió un recorte presupuestal del 42.3%, sin importar que el
turismo es la tercera fuente de divisas del país y que nos ha colocado en 7º lugar
a nivel internacional.
d) El
presupuesto para inversión pública se reduce un 5% disminuyendo así el efecto multiplicador del gasto. Este multiplicador,
como su nombre lo dice, multiplica la inversión productiva privada porque el gobierno se convierte en comprador de insumos, bienes y servicios, pero
cuando la inversión pública se reduce, ocurre el efecto contrario. Por otro lado, el gasto público
también tiene un efecto acelerador
cuando genera confianza y una perspectiva positiva de crecimiento económico, lo
que motiva la expansión de la planta productiva y el empleo para satisfacer la
futura demanda esperada. La reducción del gasto público de inversión, genera
expectativas negativas sobre el crecimiento económico y la inversión privada
productiva se reduce.
Desde el punto de vista de la distribución del
ingreso, también deja mucho que desear porque los programas más importantes
de gasto social y que más presupuesto absorben son asistencialistas en sentido
negativo, sin bien necesarios para aliviar la pobreza, insuficientes para sacar
a los pobres de ella, son prácticamente aspirinas para el dolor. Así, la
inversión en los programas de Bienestar de las Personas Adultos Mayores,
Pensión para el Bienestar de Personas con Discapacidad, Becas de Educación
Básica para el Bienestar, Jóvenes Escribiendo el Futuro, ayudan a aliviar la
pobreza, pero no la resuelven, ni los empoderan.
Con respecto a programas que
pueden clasificarse como de vertiente productiva como: Pequeños productores
agrícolas: Programa de Producción Para el Bienestar, Crédito Ganadero a la Palabra,
Sembrando Vida, Fertilizantes y Precios de Garantía para Productos Alimentarios
Básicos, también pueden ser clasificados como asistencialistas, porque otorgan
apoyos y micro-créditos que ayudan a mantener la producción, pero no son
de cuantía suficiente como para invertirlos en maquinaria y equipo, tecnología
etc., para elevar la productividad y fortalecer las capacidades productivas de
los beneficiarios.
Lo anterior sin contar la falta de reglas de operación, mecanismos
de evaluación, padrón de beneficiarios y lineamientos para la correcta
selección de los beneficiarios.
Finalmente, el gasto destinado a pensiones y
jubilaciones, que se incrementó en un 3.4%, también es un gasto improductivo, porque,
aunque junto con los anteriores, promueva el consumo, es tan pequeño su efecto
en éste, que no alcanza a disminuir el aspecto negativo de la reducción del
gasto de inversión pública.
Como conclusión, si bien se
respetan los principios básicos de finanzas saludables, aún falta mucho para
hacer una correcta asignación presupuestal que aporte al crecimiento económico
y el bienestar de las familias. Deben perfeccionarse los programas de apoyo
social de forma que, en lugar de ser asistencialistas negativos, sean
promotores de las capacidades productivas de los beneficiarios, acompañando los
subsidios con programas que preparen al beneficiario en la administración, contabilidad y finanzas. Deben tener criterios de selección, padrones de beneficiarios
y formas de evaluación, no solo en función del número de beneficiarios y
habilidades desarrolladas, sino con un seguimiento en el mediano plazo para
detectar la efectividad del gasto realizado al empoderar a la población.
Es claro que se puede gastar mucho
y gastar mal, porque no se ejercen efectos significativos sobre el crecimiento
económico, o dichos efectos tendrán resultados únicamente en el largo plazo.
Así el gasto público debe tener objetivos estratégicos claramente diseñados y
con métricas adecuadas para su evaluación. Aunque suena bien que el 72% se
destine a Desarrollo con Justicia Social, y que el rescate al sector energético
‒Pemex y la
CFE‒ se lleve
el 16.1% del gasto total. En un mundo de reconversión industrial, energética y
alertas de cambio climático, no puede darse prioridad a los hidrocarburos, es
necesario promover la investigación científica, no solo en los centros
especializados en ello o en las universidades, sino también en las empresas
mexicanas, pequeñas y medianas, para generar nuevos productos, de bajo costo y
competitivos tecnológicamente hablando.
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