El consumo responsable es la elección de productos y servicios no solo en base a su calidad y precio, sino también por su impacto ambiental y social, y por la conducta de las empresas que los elaboran. El Consumo crítico es aquel que implica consumir menos, eligiendo consumir solo lo necesario y estando atentos a como nos influye la publicidad en la creación de necesidades superfluas. El Consumo sustentable es el uso de bienes y servicios que responden a necesidades básicas y proporcionan una mejor calidad de vida y al mismo tiempo minimizan el uso de recursos naturales, materiales tóxicos y emisiones de desperdicios y contaminantes durante todo el ciclo de vida, de forma que no se ponen en riesgo las necesidades de futuras generaciones.
Estos son conceptos que debemos tener en mente a la hora de comprar bienes y servicios, recordando que el Consumismo es la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes no siempre necesarios (Real Academia de la Lengua Española, s.f.)
El consumismo impacta siempre en los recursos naturales y por ello en el equilibrio ecológico y la diversidad. De acuerdo con el Informe Planeta Vivo 2014 (file:///C:/Users/nampudia/Downloads/informe_planeta_vivo_2014_resumen_mexico.pdf) nuestras demandas sobre la naturaleza aumentan y son insostenibles.
Desde 1970 a la fecha las poblaciones de especies de animales vertebrados han disminuido 52% a nivel mundial. Esto es que en menos de dos generaciones los humanos hemos reducido dichas poblaciones a la mitad, lo que significa que nos estamos comiendo nuestro capital natural haciendo cada vez más difícil la sustentabilidad de la fauna, la flora y de nosotros mismos.
De acuerdo con el índice de planeta vivo (IPV) las especies de animales terrestres han disminuido un 39%, las especies de agua dulce un 76%, las especies marinas un 39%.
El hombre absorbe a mayor velocidad los recursos naturales que la tierra produce en el mismo lapso de tiempo, y acumula desechos a una tasa mayor que la que se puede absorber o reciclar, a ello se le denomina Huella Ecológica y es la suma de todos los recursos naturales que la sociedad demanda y que se miden a través de un índice que se compone de: carbono, zonas de pesca, tierras de cultivo, suelo urbanizado, productos forestales, productos de pastoreo etc. y, aun cuando la tecnología y la productividad aumenta la biocapacidad productiva del planeta, per cápitamente hablando nos toca cada vez menos y la sustentabilidad y el equilibrio ecológico es cada vez menor.
México ocupa el 48° lugar mundial en cuanto a su Huella Ecológica per cápita, muy por encima del promedio mundial, el valor promedio es de aproximadamente 1.9 hag (hag es la unidad de medida construida para evaluar la huella ecológica) y nosotros rondamos el 3.8 hag, lo que significa que destruimos más riqueza natural que la que creamos con ella, es decir, tenemos una pérdida de sostenibilidad económica, ecológica, social y política por la sobre explotación de los recursos. Lo curioso es que los países más desarrollados han disminuido su huella ecológica a través de importar recursos de los países pobres y exportar de ésta misma forma las pérdidas de biodiversidad a los países de menor desarrollo, y los mismo ocurre dentro de un país entre las áreas urbanas y rurales. En pocas palabras ello implica importar sus recursos naturales para elaborar productos y servicios disminuyendo la capacidad de los más pobres para lograr su supervivencia.
Una huella ecológica per cápita menor al 1.7 hag implica un mayor desarrollo sostenible, aunque no necesariamente un mayor Desarrollo Humano de acuerdo con los parámetros de la ONU, y de acuerdo con el Stockholm Resilience Center ya hemos traspasado tres de los límites planetarios que permitirían un equilibrio ecológico y nuestra supervivencia.
Los límites traspasados son: el ciclo de nitrógeno, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, aún tenemos margen en la acidificación de los océanos, el uso global del agua dulce, los cambios en el uso de la tierra, la carga atmosférica de aerosoles y la contaminación química.
Lo anterior significa que de ahora en adelante la sustentabilidad del planeta depende enteramente de nosotros, nuestras acciones, nuestras decisiones de producción, consumo y respeto del medio ambiente.
Hemos sobrepasado el equilibrio que las fuerzas de la naturaleza habían logrado durante el período del Holoceno, que generó las condiciones físico-químico-biológicas para nuestro desarrollo. El nuevo período denominado Antropoceno se refiere al momento actual en el que nuestras actividades productivas son el mayor factor de cambio a escala planetaria. Si no tomamos conciencia de ello y seguimos con nuestra industria del desperdicio y el consumismo desmesurado corremos el riesgo de agotar el único planeta habitable en este sistema solar.
Necesitamos profundizar en éstos conocimientos, analizar nuestras pautas de consumo, verificar si las empresas a las que compramos bienes y servicios realizan actividades sustentables, y crear conciencia entre nuestros familiares, amigos y conocidos.
Debemos ser conscientes que hay formas razonables de consumo y que el consumismo no es sustentable ni ecológica, ni económica, ni financiera, ni social, ni políticamente. La sociedad del consumo se auto consume así misma.
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