COSTOS SOCIALES DE LA CRISIS
Cada crisis económica implica un fuerte impacto social, no solo por los costos que el rescate económico impone a la sociedad en forma de reducción del gasto social y elevación de impuestos, sino por la cancelación de oportunidades de mayor crecimiento económico con distribución del ingreso, a la par de la existencia de una gran transferencia de recursos públicos al rescate de las instituciones privadas, y en especial financieras como en las dos grandes crisis: la de 1929 llamada la gran depresión, y la del 2008-2009 la gran recesión.
Cada crisis y cada programa de ajuste impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) implica un retroceso en los avances contra la pobreza y, cada crisis, es siempre el resultado del abuso en el gasto con respecto a los ingresos, o de un sobreendeudamiento de familias y empresas, o bien, el resultado de un comportamiento especulativo por la búsqueda de un enriquecimiento acelerado.
El proceso de apertura externa e integración económica ha elevado los niveles de competencia a nivel internacional en un mundo completamente desigual, no solo en términos de tecnología y costo de materias primas y de mano de obra, sino también en términos de disponibilidad de capitales y financiamiento.
Las empresas enfrentadas a la competencia internacional aún en sus propios mercados, han visto reducidas sus tasas de utilidad y han buscado la reducción acelerada de sus costos de producción, donde el mayor perdedor ha sido el trabajador asalariado.
La reingeniería de procesos, la subcontratación, la reducción de la contratación de empleos permanentes para generar empleos temporales ha reducido los salarios de los trabajadores y ello ha implicado la pérdida de participación de los mismos en el ingreso nacional generando a su vez un nuevo problema: el de financiar el consumo con ingresos o financiarlo con créditos.
El financiamiento del consumo mediante ingresos garantiza un crecimiento económico más sustentable y estable que el financiamiento mediante créditos, pues el primero es producto de un empleo y resultado de un esfuerzo laboral, en tanto que el segundo desde su inició implica una falta de liquidez y representa siempre un riesgo de insolvencia.
La precarización del empleo a nivel mundial ha llevado a los trabajadores a la necesidad de completar sus ingresos mediante créditos bancarios con el objetivo de no reducir sus niveles de consumo, y ello a su vez eleva la fragilidad del sistema bancario e incrementa los riesgos de insolvencia, de esta forma las crisis se van presentando con mayor frecuencia y mayor profundidad, retroalimentando a su vez la precarización del empleo y el endeudamiento de los trabajadores para mantener sus niveles de consumo, entrando así a un círculo perverso que no parece tener fin.
Flickr: eurocrisisexplained |
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