28 Agosto de 2011
La crisis económica iniciada en 2007, pero declarada en 2008, ha sido la peor crisis de los últimos ochenta años, su alcance fue de carácter global pues alcanzó al 60% de los países del mundo, y afectó principalmente a las economías más desarrolladas, iniciando en Estados Unidos, país que por sí sólo genera casi un tercio de la producción mundial y, propagándose rápidamente en Europa. De hecho se puede decir sin temor a equivocarse que en algunos países como España, Grecia, Portugal e Islandia no han logrado salir completamente de ella.
El problema con esta crisis es que afectó al sistema financiero y especialmente a la banca comercial a nivel mundial, y este tipo de crisis es de las más duraderas y de difícil solución porque afecta las fuentes del crédito, que es, en principio, la piedra angular de un sistema económico al canalizar los excedentes monetarios (ahorro) de las personas y empresas hacia aquellos con necesidades de liquidez y financiamiento, como es la inversión productiva generadora de riqueza (bienes y servicios) y empleo.
Existen diversos tipos de crisis: de deuda pública, cambiarias, de sobre oferta de bienes, inflacionarias etc., sin embargo las más duraderas y difíciles de solucionar son las financieras-bancarias, porque se pierde la credibilidad y la confianza en las instituciones, y el crédito bancario e interbancario se paraliza inmovilizando las transacciones económicas, la producción y la creación de empleos.
Esta crisis se dijo que sería una crisis en forma de “W”, precisamente por la forma de la letra, lo que implica una fuerte caída, una leve recuperación y una nueva caída, y al parecer eso es lo que sucederá antes de fin de año.
Desafortunadamente el PIB de la zona monetaria europea se encuentra estancado, con un crecimiento de apenas el 0.2% en el segundo trimestre de este año, mientras que las economías, hasta ahora más robustas: Alemania y Francia, ya muestran un límite a su crecimiento económico, pues la primera apenas alcanzó un incremento del 0.1%, mientras que Francia se quedó en el 0% en el segundo trimestre del año, y los economistas sabemos que ello significa que el siguiente paso será una caída, pues se ha alcanzado la cima del ciclo económico.
Por su parte la economía norteamericana ya muestra claros signos de desaceleración (tasas de crecimiento cada vez menores), los niveles de desempleo permanecen elevados, y las familias mantienen una bajo perfil de consumo porque su prioridad es pagar sus deudas, de ahí que el sector manufacturero de julio a agosto muestre ya un crecimiento negativo (reducción de la producción), según el reporte de la Reserva Federal en Filadelfia.
¿De qué depende que entremos de nuevo en recesión?: de diversos factores entre los que destacan el hecho de que los gobiernos ya no tienen los recursos para soportar la recuperación económica incrementando el gasto y reduciendo los impuestos, y han tenido que revertir las medidas reduciendo el gasto y aumentando los impuestos ante el impresionante crecimiento de sus déficits fiscales y su deuda pública (Grecia 140% del PIB, Francia 80%, Portugal e Irlanda 100%).
Los programas de rescate del gobierno norteamericano no han funcionado porque los recursos inyectados al sistema financiero o permanecen ociosos (las personas no toman créditos ante sus elevados niveles de endeudamiento y los bancos perciben una mayor riesgo en los préstamos y no desean colocar con rapidez los recursos), o se canalizaron de nuevo hacia los mercados bursátiles y la especulación.
México de nuevo entrara en recesión por contagio, nuestras exportaciones ya muestran una desaceleración, las remesas se vuelven a reducir, la inversión en maquinaria y equipo ya muestra una caída y nuestro sector manufacturero, íntimamente ligado al norteamericano, comenzará a mostrar tasas negativas en los siguientes dos meses. Todo ello sin contar la depreciación del peso, íntimamente ligada al mal desempeño de las bolsas de valores a nivel mundial.
Por ello es que la recesión ya está tocando a la puerta, ¿qué nos toca hacer al respecto?: ser prudentes en nuestros gastos, si tenemos efectivo liquidar nuestras deudas en tarjetas de crédito (recuerde que sus tasas de interés son flexibles), racionalizar el gasto y cuidar nuestro flujo de efectivo. Es momento de pensar con detenimiento nuestras decisiones de endeudamiento e inversión y no precipitarnos.
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