El día de ayer, 17 de febrero de 2016, el Banco de México anunció un incremento en su tasa de interés de referencia de 0.5%, al pasar de 3.25% a 3.75% y suspendió la subasta de dólares.
La subasta se suspende porque no había sido efectiva para detener la depreciación del peso, y ello implicaba desperdiciar dólares en una batalla imposible de ganar, pues hoy el precio del dólar no depende de las condiciones económicas internas sino de un escenario internacional financiero y económico cada vez más complejo y adverso.
La tasa de interés de referencia se utiliza ahora como instrumento para tratar de detener la depreciación del peso, pues al incrementarla se hacen más atractivos los rendimientos en pesos y se puede evitar el vuelo a la calidad, en pocas palabras hace más rentable la deuda en bonos mexicanos. Adicionalmente, subir la tasa de referencia permitirá mantener la inflación bajo control, pues los efectos de la depreciación del peso, al incrementar el costo de los insumos y de la maquinaria y equipo importado (85% del total importado) se estaban trasladando al precio de venta, amenazando con elevar la inflación.
Por su parte la Secretaria de Hacienda y Crédito Público anunció un recorte al gasto público de 132 mil millones de pesos, con el fin de mantener el equilibrio en las finanzas públicas y así mantener bajo el riesgo país.
Todo ello va encaminado a mantener el atractivo de México como destino de la inversión extranjera disminuyendo el riesgo país, mismo que entre otros factores se determina por el diferencial entre las tasas de interés que pagan los bonos de deuda de Estados Unidos y los que pagan los bonos mexicanos. Sin embargo estas medidas definitivamente impactarán al crecimiento económico del país y por varios frentes:
El costo del dinero subirá, en especial en todos los créditos basados en la tasa interbancaria de equilibrio (TIIE) los que en automático aumentarán un 0.5%, éstos créditos son los empresariales y los de municipios y estados. Los efectos sobre los créditos hipotecarios dependerán si dicho crédito se tomó a tasa fija o flexible y con respecto a las de tarjeta de crédito y créditos personales dependerán del historial crediticio del deudor.
Ello tendrá efectos negativos sobre el consumo y la inversión productiva, reduciendo la producción, los salarios y las ventas de las empresas, generando una desaceleración económica que será mayor por el recorte al Gasto Público, no importa que éste sea en gasto corriente y descanse principalmente en el presupuesto de PEMEX ya que dicho recorte equivale a 0.7% del PIB que si se agregan a los realizados el año pasado llegamos a 1.4% del PIB.
Otro problema importante es que de acuerdo con la OECD en su último informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial, nuestro principal socio comercial: Estados Unidos, también presenta un proceso de desaceleración lo que impactará al sector manufacturero mexicano cuyo ciclo económico se encuentra determinado por el sector industrial de aquel país.
De acuerdo con la OECD, la economía internacional se desacelera y la inestabilidad financiera internacional se incrementa. El crecimiento económico de las economías más grandes del planeta en 2016 será menor en un 0.5% para Estados Unidos, 0.7% para Canadá, 0.5% la Euro-área, 0.3% para Reino Unido, 2.8% menos para Brasil, y el resto del mundo crecerá un 0.3% menos.
Lo que hoy predomina a nivel mundial es baja demanda, baja inflación, bajo crecimiento económico, mercados laborales precarios y bajo crecimiento en la productividad. Solo la recuperación de la inversión productiva (maquinaria y equipo), y el crecimiento de los salarios podrá sacarnos del atolladero, sin embargo las condiciones no favorecen éstas circunstancias y hoy el mundo en promedio, se encuentra atrapado en una espiral deflacionaria, con un exceso de liquidez, volatilidad y especulación en los mercados financieros donde la rentabilidad se busca, no en la generación de riqueza real (producción de bienes y servicios), sino en los diferenciales en rendimientos de los instrumentos financieros, en pocas palabras el mundo es una economía casino.
Y para salir de ella hay que replantear las prioridades, queremos más dinero, por el dinero mismo, o queremos mejores empleos, salarios y mercados robustos a través de direccionar el capital a la actividad productiva.
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