Según el último reporte sobre las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), en su capítulo no. 4 (www.imf.org/external/pubs/ft/weo/2015/01/pdf/text.pdf), desde la crisis financiera del 2007-2008 la inversión empresarial en las economías en general se ha contraído en mayor medida con respecto a lo sucedido en otras crisis y recuperar los niveles de inversión empresarial previos ha tardado mucho más tiempo, ello genera un débil crecimiento económico a nivel mundial y un deterioro en las condiciones de vida de la población.
De acuerdo con el documento la inversión empresarial en los países desarrollados se ha contraído un 25% desde entonces (nivel históricamente elevado) y, aunque en los países en desarrollo dicha contracción es menor, el problema es que ha sido persistente generando una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) mucho más grave. Las empresas argumentan que la caída en su inversión obedece a una caída en sus ventas, mientras que el FMI establece que también es resultado de la incertidumbre sobre el entorno económico y de la falta de políticas públicas adecuadas.
Otros estudios a nivel mundial también establecen que las empresas han dejado de invertir, ello significa que han dejado de comprar maquinaria, equipo y plantas productivas, sin embargo las razones de dicha reducción son motivo de un fuerte debate entre los investigadores, algunos lo asocian a una caída en la demanda efectiva o poder de compra de los consumidores resultado del deterioro de los mercados laborales (bajos salarios, empleos temporales, reducción de las prestaciones), otros lo atribuyen a un incremento en la actividad especulativa por sobre la productiva (financiarización) dado que la primera puede ser más rentable en el corto plazo, y otros, como el FMI lo atribuyen a un deterioro en la confianza de los empresarios ante el escenario económico adverso.
La inversión empresarial es el componente más importante de la inversión total, y uno de los motores principales del crecimiento económico, el otro es la inversión pública. Las empresas al invertir generan riqueza, empleos e ingresos para la población, lo que permite generar demanda efectiva para adquirir los productos y servicios generados. Cuando la inversión empresarial disminuye, la creación de riqueza, entendida como bienes y servicios, también disminuye.
Los mercados son mucho más débiles porque el desempleo y la disminución de los salarios disminuye el poder de compra de las familias y las empresas reaccionan a la caída en las ventas recortando sus gastos de capital, pero también pagando menores salarios, prestaciones y ofreciendo empleos temporales, ello debilita aún más las ventas y comprime las tasas de crecimiento económico. En pocas palabras es un fenómeno que se retroalimenta así mismo: bajos salarios, baja demanda efectiva, reducidas ventas, reducción de la inversión productiva, reducción del empleo y bajos salarios.
Los empresarios dejan de invertir cuando ven un proceso de reducción del crecimiento económico o desaceleración, cuando sienten desconfianza o se eleva su incertidumbre sobre las condiciones económicas futuras. También dejan de invertir cuando existe un deterioro en la paz social, se incrementa la inseguridad y hay inestabilidad política. Todo ello afecta sus expectativas sobre la rentabilidad futura de la inversión y ello indica que disminuye su confianza generando una espiral deflacionaria.
La solución a éste tipo de círculo perverso está tanto en manos de los empresarios como del gobierno. Los primeros deben enfocar sus excedentes monetarios a pagar menores salarios y fortalecer así el poder de compra de sus trabajadores, en especial las grandes y medianas empresas que han estado acumulando grandes flujos de efectivo ocioso en sus hojas de balance; a la par deben destinar recursos a mejorar la tecnología y con ella la productividad, analizar sus costos y desarrollar nichos de mercado. El gobierno por su parte debe fortalecer el crecimiento económico invirtiendo en infraestructura básica, estableciendo políticas amigables a la inversión productiva y detonando proyectos de desarrollo regional claves como clúster, puertos industriales, infraestructura ferroviaria, puertos secos e infraestructura logística, reducir costos de licencias y permisos para la actividad productiva, reducir los trámites burocráticos y garantizar la seguridad de la inversión privada y las personas, por último des-incentivar la inversión especulativa gravando fuertemente a las ganancias financieras.
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