DELINCUENCIA Y POBREZA: LAS COSAS NO SON LO QUE PARECEN


Comúnmente se piensa que la pobreza, el desempleo y la desigualdad económica son las causas principales de la delincuencia, sin embargo esto no es así, de acuerdo con un estudio realizado por Abogado Penalista, José Antonio Ortega Sánchez denominado ¿Pobreza igual a Delito?, publicado por la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México en el 2010.

Mediante la realización de 269 ejercicios estadísticos de correlación, dicho autor encontró que los factores socioeconómicos no son determinantes de la delincuencia, sin embargo la impartición de justicia y la eficiencia de los procesos penales sí.

Entre los principales resultados de su estudio se destacan que la incidencia criminal es creciente, independientemente de si hay crisis, recesión o expansión económica. Que las entidades federativas con menor PIB per cápita tienen menor incidencia criminal que las entidades con un PIB per cápita mayor, y lo mismo sucede con el índice de marginación social, ya que a menor marginación mayor delincuencia.

De hecho la delincuencia ha ido aumentando independientemente del desempeño de la economía, así en el año del 2008, cuyo producto per cápita fue mayor al del 1991, la incidencia criminal fue un 65% mayor y la incidencia de robo un 87% más.

En aquellas ciudades y entidades federativas con mayor desempleo, las tasas de criminalidad son inferiores, mientras que lo contrario sucede en ciudades y entidades con menor tasa de desempleo, así mismo no encuentra relación estadística entre el la tasa de desempleo y la tasa de delincuencia.

Analizando el impacto de las variaciones en el poder adquisitivo del salario, éste no tiene correlación con la incidencia criminal, aunque si se encuentra relacionado con el delito específico del robo. Así mismo las entidades federativas con menores tasas de pobreza y menor desigualdad en ingresos son las más conflictivas.
Todos éstos elementos rompen con la creencia general de que el deterioro de la situación económica es el factor determinante de la delincuencia, sin embargo los resultados apuntan en otra dirección que se encuentra fuertemente relacionada con el sistema de impartición de justicia, la corrupción y la impunidad.

Es interesante destacar dentro del análisis, el hecho de que la desintegración familiar fue una de las causas que estadísticamente tiene mayor relación con la delincuencia, y que en algunas entidades federativas el 50% de los convictos delinquieron bajo los efectos del alcohol, las drogas o los dos anteriores, tal es el caso de Nuevo León y Yucatán.

Lo anterior abre nuevos espacios para la investigación y la discusión, con la necesidad de enfocarse sobre los valores y la ética de los funcionarios públicos, pero también de la sociedad y las familias en particular ya que la impunidad, la corrupción, el relajamiento de las penas y las normas tienen un peso no despreciable en la incidencia delictiva.
 
El autor llega a la conclusión de que existe una correlación muy fuerte entre el desempeño del sistema de justicia penal y la delincuencia, pues cada vez que disminuye la tasa de consignados, se eleva la tasa de incidencia criminal con una correlación casi perfecta de -0.977.
 
En pocas palabras, la pérdida de valores éticos influye determinantemente en la incidencia delictiva y en la percepción de los jóvenes sobre las ventajas o desventajas de las actividades criminales, ya que el 42% de los presuntos delincuentes tienen entre 18 y 29 años de edad con respecto al fuero federal, y en relación al fuero común el 50% tienen entre 16 y 29 años de edad (Banco Mundial, 20012)

El documento se puede bajar de la siguiente dirección de internet

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