VOTO, ABSTENCIONISMO Y DESARROLLO ECONÓMICO

De acuerdo con el “Informe país sobre la Calidad de la Ciudadanía en México” (2014) del Colegio de México y el Instituto Federal Electoral (hoy INE)
(http://www2.ine.mx/archivos2/s/DECEYEC/EducacionCivica/Informe_pais_calidad_ciudadania_IFE_FINAL.pdf), México tiene un sistema multipartidista con elecciones altamente competidas, donde la alternancia ya es un hecho y hay coexistencia de diversidad política en todos los niveles de gobierno y en las diferentes legislaturas del país. A pesar de ello los mexicanos no gozan los privilegios de una vida plenamente democrática, persisten la pobreza y la desigualdad, las prácticas autoritarias y clientelares, la desconfianza en las instituciones y las amenazas a la seguridad pública.

De acuerdo con el informe, la participación política, particularmente la electoral, genera un mejor liderazgo y salud democrática pues el voto es el medio que los ciudadanos tienen para ejercer control sobre las élites políticas. En tal sentido el abstencionismo hace que las políticas públicas se sesguen en favor de quienes participan porque “los políticos y los funcionarios no tienen la presión para poner atención y atender las demandas de quienes no participan”. El voto en especial puede influir en la agenda de las élites políticas mientras que la abstención de los ciudadanos es un regalo que los políticos utilizan para su propio beneficio además de que favorece a algunos grupos sociales o radicales que buscan también imponer sus condiciones al resto de la población.

Un aumento en la participación política tendrá como resultado políticas públicas más igualitarias y democráticas. Participar es proteger y defender tus propios intereses e incluso mejorar el desarrollo intelectual y moral al máximo. 

Para el caso de México, desde que se inició la alternancia presidencial en el año 2000, todas las elecciones a nivel local vieron crecer el abstencionismo, llegando a niveles cercanos al 60% del electorado, lo que reduce la capacidad de la población para exigir de acuerdo a sus necesidades, a la par que disminuye su responsabilidad en ello. Por su parte los gobiernos no se sienten responsables por los resultados de las políticas públicas pues la población no exige cuentas al respecto. Durante las elecciones del 2012, solo el 62% de los ciudadanos registrados votó, mientras que en promedio dicha cifra fue del 68% entre los miembros de la Organización para la Coperación y el Desarrollo económico (OCDE).

La tendencia al alza del abstencionismo está relacionada con el descrédito de las instituciones política, pero a la vez lo refuerza, en un círculo perverso de baja exigencia política por parte de la población, y bajo desempeño por parte de los políticos, que no sienten la presión para dar mejores resultados. De hecho los estados más atrasados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca, hoy secuestrados por los “maestros”, son precisamente los que tienen la menor participación electoral promedio desde 1994 al 2012. Por el contrario, Colima, Nuevo León, Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Distrito Federal, San Luis Potosí, con las mayores participaciones electorales, tienen mayor nivel de PIB percápita, un mayor índice de atractividad de inversión extranjera y nacional, mejor desempeño económico e Índice de Desarrollo Humano.

La conclusión es evidente, para esperar resultados a nuestro favor hay que votar.

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